Existe la creencia de que abrir una franquicia es más caro que montarse un negocio por cuenta propia. No tiene por qué ser así, no debe ser así. ¿Cuánto estaría usted dispuesto a gastarse para que le proporcionaran la fórmula del éxito de un negocio cualquiera?
Normalmente las principales dudas que tienen los emprendedores e inversores son las siguientes:
- ¿Qué obtengo como contraprestación al pago del canon de entrada?
- ¿Es valiosa la formación inicial que obtengo del franquiciador?
- ¿Me beneficiaré de economías de escala?, ¿participaré en campañas conjuntas de marketing?
Evidentemente, es cuestión de analizar con seriedad los beneficios y las contraprestaciones obtenidas dentro de la red de franquicia y de realizar una cuantificación de lo que me costaría obtener esos mismos beneficios (y en cuánto tiempo) fuera de esa red.
Haga números y verá cómo en ningún caso le sale más caro integrarse en una franquicia que establecerse por su cuenta. El único coste adicional será el canon de entrada y lo que obtendrá a cambio del mismo (el saber hacer) vale mucho más que la cantidad que va a pagar por él.
Además, existen franquicias de todos los precios y dentro de todos los sectores. Un buen número de conceptos suponen una inversión inferior a 30.000 euros. También las hay que exigen inversiones de más de 2 millones, pero ¿ha visto la rentabilidad que dejan? El mito de que la franquicia es cara se desmonta informándose. El 85% de las franquicias requieren inversiones inferiores a 90.000 euros y el 58% menos de 60.000 euros.
Hay que asumir unas directrices de trabajo
Ahora bien, la persona que se plantea la posibilidad de integrarse en una red de franquicia debe ser consciente de que se trata de un sistema que, a fin de garantizar la absoluta fidelidad del negocio reproducido en el franquiciado, coarta en gran medida la capacidad de éste de tomar decisiones sobre su propio negocio. Cualquier innovación, modificación o peculiaridad que uno piense aplicar está desechada en este sistema de asociacionismo. De otra forma se quebraría, más pronto que tarde, la identidad de la red.
Ante esta realidad, uno debe preguntarse si su personalidad es adecuada para admitir tal limitación de la propia autonomía. En este sentido, sobre la selección del franquiciado más adecuado, es clarificador el ejemplo del mercado norteamericano, tan rodado en materia de franquicia, donde algunas enseñas buscan su franquiciado ideal en la figura del militar retirado, sí, de un militar retirado porque en él se ven algunas de las aptitudes que mejor adornan el ideal de franquiciado: se valora no sólo su capacidad de inversión en el propio negocio, sino, sobre todo, su espíritu disciplinado y su capacidad de trabajo y el hecho de que se trate de una persona acostumbrada a trabajar por objetivos.
Con este ejemplo lo único que queremos significar es que no todos los perfiles son adecuados para montar una franquicia. Un exceso de iniciativa o un carácter muy emprendedor son características que no encajan a la perfección con los requerimientos de la mayoría de las redes.